Para conseguir las rodajas de manzana perfectas para tus pasteles de rosas de manzana, la uniformidad es clave. Intenta que las rodajas tengan un grosor de entre 1 y 2 mm. Utilizar una mandolina puede ser una buena forma de garantizar un grosor uniforme y evitar que se cocinen de forma desigual. Si no tienes una mandolina, un cuchillo afilado será suficiente, pero asegúrate de tomarte tu tiempo para conseguir una consistencia uniforme. Después de cortarlas, coloca inmediatamente las manzanas en un bol con agua mezclada con zumo de limón para evitar que se oxiden. Esto no solo ayuda a mantener su color vivo, sino que también las hace más maleables para darles forma de rosas. Recuerda que el grosor de las rodajas es crucial: si son demasiado gruesas, no se ablandarán durante el horneado, y si son demasiado finas, pueden deshacerse al enrollarlas.